Empiezo a escribir esta carta hoy 17 de octubre de 2012 cuando aún no has cumplido 10 años. Hace unos meses empecé a escribir la de tu primo que aún no ha cumplido los 15 y ni soñaba con empezar la tuya pero es que hoy me ha sucedido algo sorprendente relacionado contigo.
Muchas veces he pensado en como sería vuestra imagen, la tuya, la de tu hermana y la de Víctor, dentro de unos años. He tratado de imaginaros de más mayores, incluso de adultos pero nunca he podido porque siempre os veo con la imagen del momento.
Pues bien, hoy te he visto con 5 años más. Me he cruzado con un adolescente que es como probablemente serás tú a los 15 años. Tu mismo semblante serio, tu misma mirada hosca, esa expresión de perpetuo enfado y por un momento el corazón me ha dado un vuelco ... hasta que le he adivinado tu misma sonrisa, esa sonrisa de payasete que te borra de un plumazo la seriedad de la cara. Tan delgado como ahora y algo más alto de lo que tu madre cree que serás ... y sin pretenderlo he tenido una premonición: un adolescente que pasa desapercibido … camino de convertirse en un adulto que no dejará indiferente a nadie.
Tengo algunos años por delante para saber si será como en un momento he intuido pero, por lo pronto, me han venido a la memoria mis momentos inolvidables contigo, el hijo mayor de mi hermana menor, mi ahijado, con el que me llevo 40 años y un día, o no....?, y probablemente con el que menos tengo en común de mis tres sobrinos, ... o no?. También es algo que el tiempo dirá.
Recuerdo como ahora mismo el día que naciste. Tu parto era programado y tus padres habían "prohibido" amablemente a la familia que asistiera en tropel al hospital. Pero yo iba a ser tu madrina y supongo que, no por eso, pero sí por el hecho de intuir ya que, probablemente no iba a tener hijos propios, me concedía el privilegio de ser la única a la que permitieron acompañarlos en ese momento. Vinieron a buscar a tu madre a la habitación (por cierto, creo que tu nacimiento ha sido la única cita a la que llegaron antes de la hora) y tu padre y ella entraron en quirófano. Yo me quedé sola en la habitación y no recuerdo que hice pero sí que al rato me asomé al pasillo a tiempo de ver como una enfermera salía de un departamento cercano con un bultito en los brazos envuelto en una toalla verde.
- "Eres la madrina de Mario Lahuerta?"- , me preguntó.
- "Sí"- , titubee, pues prácticamente se acaban de llevar a tu madre! - ,
- "Pues éste es tu ahijado"- , me dijo, mostrándome una cosita pequeña y tranquila en cuya cara reconocí de inmediato la nariz Arévalo.
Se te llevó antes siquiera de que pudiera asociar tu cara a lo que ya sentía por tí así que de momento solo le puse nariz, esa nariz tan conocida y querida.
Poco más tarde, ya en la habitación, tu madre lloró desconsoladamente mientras tu padre, rebosante de alegría y ajeno al desconsuelo de tu madre llamaba a sus hermanos para darles la feliz noticia de tu llegada.
Las lágrimas de tu madre, fruto del cansancio y de la tensión, presagiaron lo que habría de ser una preocupación constante durante muchos años.
Decir que fuiste "difícil" no sería justo ni del todo cierto, pero si fuiste un niño enfermizo, mal comedor, muy tímido y algo hosco. Con la perspectiva que dan los años, ahora me doy cuenta de que tanta timidez y esa hosquedad a tan corta edad deberían habernos dado una pista, pero en aquel momento nos empeñamos en preocuparnos por ello, aunque todo se nos olvidaba cuando sonreías y tu cara se iluminaba con aquella sonrisa de payasete.
Tu niñez coincidió con un período familiar complicado y tal vez por eso tengo la percepción de que fuiste haciéndote mayor poco a poco, sin ruido ... seguro que en algún momento lo hiciste, pero mi atención estaba focalizada en otra parte. Aún así, estoy segura de no haberme enfadado nunca contigo, ni haberte soltado un cachetazo ... ni tan siquiera haberme quedado con las ganas por eso me sorprendió mucho descubrir, de repente un día, que el niño enfermizo, mal comedor, muy tímido y algo hosco se había convertido en un muchacho sano, deportista, inteligente, curioso, noble y con una firmeza de carácter que la naturaleza había completado con una empatía impropia de tu edad. Pocas escenas tan tiernas he contemplado en la vida como el verte interactuar con tu abuela en los peores días de su enfermedad.
Hoy cumples 18 años y hace mucho tiempo que sé que aquella premonición inspirada por un encuentro fortuito con alguien a quien no conocía es cierta: te has convertido en una persona que no va a dejar indiferente a nadie.
Me da igual lo que seas en la vida. Estoy segura de que en todas tus decisiones intervendrán en mayor o menor medida, la sensatez y la prudencia, y, aunque, a pesar de ello más de una vez te equivocarás, no tengo ninguna duda de que esa firmeza de carácter tuya te llevará a conseguir aquello que te propongas.
Si además de tu madrina también fuera tu hada (una de cuento) hoy cogería una varita y te desearía lo mismo que te voy a desear sin ella: sé feliz y haz feliz a los que te rodean. Aptitudes para ello tienes de sobra.
Te quiere,
Tu tía Ana