domingo, 10 de mayo de 2015

FIN DE SEMANA .... DE PELICULA!

Acabo de pasar un fin de semana de película y no solamente porque he estado en Tossa de Mar, el pueblecito que fue asombrado testigo del triángulo amoroso Cabré-Gadner-Sinatra, durante el rodaje de la película Pandora y el holandés errante allá por los años 50, sino porque durante todo el fin de semana he hecho continuas asociaciones a películas de las que guardo un grato recuerdo.

Todo empieza el viernes por la noche cuando llegamos al hotel reservado por Internet. Sé por los comentarios de otros huéspedes que se trata de un hotel viejo, falto de una buena restauración (aquí es cuando empieza la involuntaria asociación a títulos cinematográficos), pero su ubicación frente a la Playa Grande de Tossa, las vistas al castillo desde la terraza de la habitación y su precio más que asumible, vencen cualquier tipo de reserva en cuanto al más que probable mal (o pésimo) estado de la misma. A fin de cuentas, seguro que en peores habitaciones hemos dormido y al menos ésta tiene vistas al mar.

Llegamos a Tossa y, Javier se marcha a buscar aparcamiento mientras yo entro en el hotel, no por la entrada principal en el Paseo Marítimo en obras en ese momento sino por la parte de atrás, a través de una mezcla entre restaurante y bar de copas llamado La Gruta. Pues bien, la decoración de La Gruta hace honor a su nombre pero estilo años 80 y es el típico local de cualquier película de Mariano Ozores en la época del destape aunque se abre a un destartalado pero encantador patio interior lleno de mesas, bastante vacío en ese momento.

Mi mente confirma el título que me vino a la mente al hacer la reserva por Internet y en mi boca aparece una plácida sonrisa.

Sola ante la puerta del ascensor y, con la llave de la habitación en la mano, me invade una intensa alegría porque, además, acabo de caer en la cuenta de que voy a vivir en solitario un momento trascendente.

Con los años, abrir la puerta de una desconocida habitación de hotel se ha convertido en un momento de secreta expectación para mí. Normalmente, mientras Javier ejecuta la maniobra, yo espero con la respiración contenida ansiosa por ver como será "mi casa" de las próximas horas o de los próximos días. Una vez abierta la puerta, adelanto a mi marido con mal disimulada impaciencia, en mi afán de satisfacer el deseo de inspeccionar hasta el ultimo detalle.

Pues bien, esta vez, a no ser que Javier tenga mucha suerte con el aparcamiento, la experiencia va a ser de lo más íntima. Que emoción!!!

El ascensor se abre frente a un pasillo interminable tipo al de la película El resplandor, ... mal empezamos!. Este es algo más estrecho y a uno de sus lados no tiene puertas de habitaciones sino ventanas que dan al patio interior que acabo de atravesar. Como no deseo compañía y mucho menos la de dos niñas de dudoso espectro, aprieto el paso y me concentro en localizar mi habitación.
Y ahí está! La 223. Sola frente a la puerta disfruto del momento, respiro hondo, meto la llave en la cerradura y con unos cuantos golpes abro una puerta bastante endeble pero hinchada.

Rápidamente doy la luz y .... ante mí aparece una de las habitaciones más encantadoramente cutres que he pisado (y he pisado muchas). Es enorme y destartalada, con las paredes blancas, muy blancas, recién pintadas pero desconchadas y unos muebles rabiosamente modernos ... allá por los 80, tal vez, en color blanco y naranja. Ni un solo cuadro en las paredes y una televisión del tamaño de un sobre de carta a los pies de la cama. El baño, reformado en una línea muy, pero que muy, austera está muy limpio, como el resto de la pieza. Aún con la respiración contenida, corro las cortinas y ahí está.... la amplia terraza que se abre a un mar que ahora no veo pero que oigo y huelo y al castillo, iluminado a esta hora de la noche. Precioso!!!!

Comunico por Whassapp a Javier, a mis hermanas y a mis amigas (los confidentes de mi vida) el feliz hallazgo, documentado con las fotografías correspondientes y ahora sí, relajo la respiración y me siento plácidamente en la terraza como si me encontrara en EL EXÓTICO HOTEL MARIGOLD, una de mis películas favoritas, porque a la mediterránea, pero el hotel Rovira de Tossa es esa clase de hotel.

Llega Javier, y como yo, cae rendido a los decadentes encantos de la habitación aunque se enamora perdidamente de la terraza hasta el punto que debo recordarle que es tarde y tengo hambre, así que lo arrastro hasta la puerta y nos vamos a cenar.

Tossa está bastante vacía y, a riesgo de que a esas horas nos quedemos sin cenar si empezamos a curiosear las cartas de los restaurantes, nos metemos en el primero que nos da buen rollo. No nos engaña la intuición y cenamos correctamente pero con el último bocado aún en la garganta, el cansancio del día se apodera de nosotros y decidimos dejar para el día siguiente la obligada subida al castillo.

Y así, de vuelta a nuestra encantadora habitación y, satisfecha de la vida, me dispongo a dormir porque mañana, al más puro estilo Mamma Mía, Nuri y yo vamos a casar a la hija de nuestra mejor amiga.

Amanece un día radiante y vestidos para la ocasión nos reunimos con Nuri y su familia al pie de la estatua de Minerva. Inmortalizamos el momento con algunas fotos y, en pocos minutos, estamos ya mezclados entre los invitados buscando ansiosas a nuestra amiga a la que no reconocemos a primera vista tal vez porque nunca la hemos visto en el papel que hoy va a desempeñar....ni tan elegante!

Mada, la madre de la novia no es Donna aunque no me cuesta ningún trabajo imaginarla en el papel y por supuesto Nuri no es Rosie ni yo, Tanya. Probablemente Nuri es la que menos encajaría en la comparación ....

La boda es sencillamente perfecta y no me refiero únicamente a la ceremonia en la playa ni a la celebración, también a orillas del mar. Me refiero a que el amor está en todas partes, se nota en los muchos detalles que los novios han previsto a fin de que éste sea para todos un día especial y no puedo dejar de recordar algunos de los momentos que nos han llevado a este día empezando con aquel en el que Mada nos contó que estaba embarazada de Raquel, hoy la novia, y que coincidió precisamente con el día de mi boda.

Hoy ella es una madre que rebosa orgullo y Nuri y yo estamos a su lado disfrutando de verla tan feliz.
Lo dicho ... al más puro estilo Mamma Mía!

A las 10 de la noche, Javier y yo nos retiramos con intenciones de relajar la intensidad del día en la obligada subida al castillo. Por supuesto, cumplimos con el ritual de llegar hasta la estatua de Ava Gadner, el animal más bello del mundo, y nos perdemos entre la gente disfrutando de una de las primeras noches de verano.

Al día siguiente desayunamos en el precioso comedor del hotel que más que un comedor de hotel parece una confitería de principios de siglo y cerramos tan intenso fin de semana con una tranquila mañana de playa antes de regresar a casa.

Camino al mar y puesto que Tossa no deja de ser un pueblo, nos encontramos nuevamente a familiares e invitados a la boda, incluso a los novios y a sus padres, ya no tan elegantes pero igualmente felices. Parece ser que la boda ha sido la excusa para que la mayoria de los invitados disfrutemos de un fin de semana que ojalá que para todos haya sido como para mí... de película!.

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