miércoles, 27 de octubre de 2010

LA TEORIA DE LA RELATIVIDAD

Jamás recuerda sus sueños, es más, sabe que sueña porque los expertos dicen que lo hacemos todos y lo hacemos siempre pero ella rara vez puede explicar uno de los suyos porque no los recuerda casi nunca.

Por otra parte, en casi veinte años de convivencia rara vez ha ido buscar a su marido al trabajo y las pocas que lo ha hecho ha sido porque la circunstancia no les permitía quedar en otro sitio.

Pues bien, contrariamente a todo lo dicho, la otra noche soñó que al ir a recoger a su marido al trabajo (curiosamente esta era la sensación porque el lugar exacto que visualizaba era la estación de Sants y él no trabaja allí) sorprendía a su marido en actitud algo más que cariñosa con otra mujer.

No es que se despertara sobresaltada porque se despertó antes de experimentar en el sueño el sentimiento que el hallazgo le producía pero lo cierto es que, al despertar y recordar tan vívidamente lo soñado, le sentó fatal.

Una cosa es cuestionarse el tema y pensar lo civilizadamente que lo tratarías llegado el momento en que “eso me pasara a mí” y otra muy distinta encontrarte en situación aunque solo sea en sueños. ¡Al carajo la civilización! Solo había sido un sueño y no podía ni pensar con claridad: ¡sus sentimientos balbuceaban de ira!

Ajeno a sus cavilaciones y pesares, con su dulce esposa durmiendo plácidamente al lado (eso creía él porque, a todo esto, ella seguía quietecita en la cama, arrebujadita en su edredón disfrutando de los primeros fríos), su marido se removió en la cama. Medio dormido se levantó, entró en el lavabo y .......... ¡se tiró un pedo de aquellos que dan asco aunque sean propios!

No necesitó seguir pensando. Su mente se aclaró, su espíritu se apaciguó y su corazón regularizó el ritmo.

Recuperó la imagen soñada en la que descubre a su adultero marido en brazos de otra mujer y pensó ..... ¡p’a ella!

Se dió media vuelta y volvió a dormir placidamente.

jueves, 10 de junio de 2010

SEÑALES

Hace algunos días, un domingo después de comer en casa de unos amigos, entablamos una de esas agradables y controvertidas charlas de sobremesa que tanto me gustan.

No sé a santo de qué llegamos al tema pero acabamos disertando acerca de un artículo que leí tiempo atrás sobre los desengaños que nos evitaríamos en la vida si no hubiésemos atrofiado nuestro instinto y fuésemos más receptivos a las señales que, de manera inconsciente, todos enviamos.

Evidentemente, entre risas y café, salieron a colación las relaciones de pareja puesto que, es encontrar el amor, y acto seguido perder, feliz e inconscientemente la objetividad, justificando los actos de nuestro enamorado/a desde un punto de vista en exceso benevolente cuando, a veces, en su actitud no hay nada digno de elogio. Y el resto, las señales (a veces muy luminosas), no las vemos. O no las queremos ver. Con el tiempo, viene aquello de que “no es la misma persona de la que me enamoré”. Pero sí, se trata de la misma persona y además no ha cambiado.

Yo he sufrido dos grandes desengaños que podía haber evitado o cuanto menos "paliado", si hubiese tenido en cuenta las señales. Porque las hubo, y muchas, con el añadido de que, en ambas ocasiones hubo quien, abiertamente y con la sana intención de que no sufriera, se atrevió a anticiparme un final que entonces no quise aceptar. Volví la vista hacia otro lado: la primera vez por falta de experiencia y la segunda por ingenuidad.

La primera vez tenía veintipocos años. Se trataba de mi pareja, que después de un largo y difícil noviazgo se convirtió en mi marido para pasar a ser mi ex marido en un tiempo record. Hasta yo sabía que aquella relación no funcionaría pero no tuve el valor de enfrentar las señales.

La segunda vez, fue hace muy poco y se trataba de alguien a quien había llegado a sentirme especialmente unida. Tambien aquí fui advertida por quien nos conocía y, además, me reconocía como la parte vulnerable. Y, sí, en el fondo yo tambien supe siempre que algo así ocurriría pero no solo no hice caso a las señales que me advertían de ello sino que me las justifiqué, y por si eso fuera poco ejercí de “quijote” de una persona que, al final, se aprovecho de mi ingenuidad. Y entonces reviví las señales: palabras, comentarios, hechos y actitudes que, aunque me dolieron, pasé por alto en pro de lo que yo creí una relación que estaba por encima de muchas cosas y sobre todo de lo que al final nos separó.

En ambas ocasiones sufrí mucho, aunque si tuviera que decidir cual de ambos procesos fue más doloroso diría que este último. Quizás por eso, porque fue el último. Tal vez. En cualquier caso, la lección ha sido más provechosa.

No, eso no quiere decir que algo así no volverá a pasarme. “El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra” y yo soy "animal" de talante confiado, a pesar de las señales que el tiempo y los desengaños me obligan a no pasar por alto.

En cualquier caso, y reflexionando sobre ello, me doy cuenta de que siempre fui consciente de las señales. El problema es que no actué en consecuencia, lo cual me indica que mi instinto está intacto pero yo no estaba preparada para aceptar su sabiduría.

Ahora cuento con él, como si de un buen amigo se tratara aunque reconozco ser aún reticente a dejarme llevar por los caminos que me señala. Pero estoy contenta de haberlo incorporado de manera consciente a mi vida, segura de que no tardaremos en llevarnos de maravilla.

A fin de cuentas, ahora que lo pienso, tambien podría contar hechos que atestiguan que se trata de una relación no solo posible sino tambien exitosa, pero ..... eso ya serían otras historias que, afortunadamente, ......¡son más de dos!.

martes, 8 de junio de 2010

IDIOTA (I)

Lo siento pero no, no puedo explicar la historia del idiota.

Y lo siento, porque es muy divertida pero no me parece correcto ya que, a pesar de que, en muchas ocasiones, he intentado decirle al idiota lo idiotas que me parecen muchas de sus actuaciones, siempre encuentra un motivo que justifica y hasta dignifica lo que a mi me parece una idiotez.

Además, como todo en esta vida es relativo, ¿quien me dice a mí que no es el idiota el que está en lo cierto? No, sinceramente no lo creo, pero eso no quiere decir que no pudiera ser.

De todas formas, estoy segura de que el interés que haya podido provocar una historia oculta tras tres líneas se debe, por un lado, a simple, llana y humana curiosidad y, por el otro, al deseo de confirmar que todos tenemos algo de idiotas.

Porque, ¿quién no ha actuado alguna vez (y hasta muchas), sin pretenderlo, como un idiota?

Y, ¿quien no lo ha hecho a conciencia, sabiendo de antemano que sus actos iban a constituir una verdadera idiotez, pero ha seguido adelante con ella, justificándola a posteriori una vez conseguido el propósito que la provocaba?

domingo, 4 de abril de 2010

ME GUSTA ESCRIBIR

Uno de los muchos placeres de la lectura, al que últimamente soy tan sensible que llega a emocionarme, se produce cuando, por casualidad, leo la, para mí, perfecta expresión de un sentimiento, experimentado en algún momento pero que no he sido capaz de traducir en palabras, ni tan siquiera para explicármelo a mi misma.

Pongamos por ejemplo este blog.

Lo abrí y lo mantengo, con toda la ilusión del mundo, por varios motivos: me gusta escribir, me gusta conversar, me gusta filosofar y me encanta debatir, pero a pesar de que es algo que no debería preocuparme, en un momento dado, no pude dejar de preguntarme qué pensarían al respecto aquellos con los que, en su momento, decidí compartir la experiencia.

El primer comentario fue unánime: algunos de los escritos son una exposición, tal vez demasiado “expuesta” de mis sentimientos. Estoy de acuerdo. Soy así. Siempre lo he sido. No tengo reparo alguno en expresar lo que otros callarían. Ahora bien, el tema empezó a preocuparme de verdad cuando Nuri me dijo que se había sentido violenta al leer alguna de las líneas escritas porque tenía la sensación de estar violando mi intimidad. ¡Ella!, ¡precisamente ella! para la que mi intimidad emocional no tiene nada de íntima.

Por otro lado, me rondaba por la cabeza a cuantas de las personas que saben de su existencia, confundiría la habitual extroversión que me incita a compartir alegremente cualquier nueva experiencia, llevándoles a pensar que pudiera tener delirios de escritora.

Pues bien, todo esto bullía en mi cabeza hasta que hace unos días, leí la entrevista realizada a un tal Richard Price, guionista en la televisión americana, cuyas declaraciones me ayudaron enormemente.

La entrevista se iniciaba, de forma genérica, hablando del hecho de “crear”, a través de la escritura, la cocina, la pintura, la escultura, .... y que definía como “descubrir lo urgente en tu interior para explicarlo” porque “sin explicar eso tan urgente que no te deja dormir, nadie puede vivir plenamente”.

Me gustó, así que continué leyendo y sucedió lo que comentaba al principio. A lo largo de la entrevista, fácilmente, con naturalidad, R.P. exponía todo aquello que yo sentía pero que no sabía explicarme.

Así, ahora, como a quien le gusta cocinar y habla de sus guisos, yo digo sin ningún reparo que me gusta escribir. Tengo la necesidad de explicar cosas y lo hago. Se trata de una experiencia que llevo a cabo conmigo misma pero que no me importa compartir con los demás en esta especie de “diario público”. Porque el hecho de “escribir no siempre tiene que ver con ser escritor”.

Hace años descubrí que volcados en un papel, mis sentimientos, mis dudas, mis problemas, ..... se aclaran. Pienso mejor si escribo y mi exhibicionismo en la red no tiene más intención que buscar la opinión de los demás, algo que además no sorprende a nadie cuando se hace a través de una conversación.

A pesar de que pienso que el entusiasmo y la práctica me han proporcionado una cierta aptitud, es bien cierto que no me preocupa como lo hago. Casi siempre escribo motivada por una ilusión, una decepción, o un acontecimiento concreto que no me dejado indiferente y mi necesidad de explicarme me hace pasar por alto una técnica de la que carezco. La única condición que me impongo y que supongo que no siempre consigo es tratar de resultar amena en consideración a quien dedique algo de su tiempo a leer mis “desvaríos”.

No tengo expectivas de “fama”. Evidentemente que me gusta ver publicado algo que he escrito pero si, a partir de ahí, y utilizando las palabras de R.P., en la entrevista, “gano un Pulitzer o no me lee ni mi madre es sólo una cuestión de ego” y el mío procuro tenerlo bastante ocupado mirándose el ombligo, que es su trabajo.

Así que para acabar, y al mismo tiempo dar fe nuevamente de mis limitaciones, tomaré prestadas las palabras de mi amigo Manel, al que, por cierto, no he pedido permiso y espero que no le importe, porque de nuevo otra persona ha conseguido definir algo que yo solo he sido capaz de sentir:

Partiendo de mis sensaciones, me gusta explicarle al mundo mi punto de vista. Si estás de acuerdo con lo que escribo, perfecto. Igual te parece pretencioso o fuera de lugar. También es lícito. En ambos casos, deja tu huella: me servirá para seguir el camino

martes, 23 de marzo de 2010

IDIOTA

Decididamente, cuando alguien quiere convencer a los demás de algo que hasta a él mismo le cuesta creerse lo único que hace es quedar como el idiota que realmente es.

miércoles, 17 de marzo de 2010

SOBRE LA AMISTAD

Secretamente, siempre diferencié a mis amigos como aquellos en cuyas manos pondría mis escasos ahorros en el caso de que los necesitaran. Más que un pensamiento, era un sentimiento que nunca, hasta hace muy poco, compartí con nadie por considerarlo políticamente incorrecto y, a menudo, pensaba en ello tratando de encontrarle una justificación porque, como sentimiento, nunca lo sentí equivocado.

En mi afán de justificar la relación entre algo tan hermoso y puro como la amistad con algo tan superficial y sucio como puede llegar a ser el dinero, llegué a una conclusión bastante satisfactoria y es que, de igual forma que yo no dudaría en poner mis escasos ahorros en las manos de un amigo, sé que un amigo haría cualquier cosa por devolvérmelos. Que lo consiguiera o no ya sería otra cuestión, pero nuestra amistad garantizaba que lo intentaría por todos los medios a su alcance.

No había avanzado más en mi razonamiento, que seguía considerando, digamos que incompleto, cuando, por casualidad, leí la opinión de Ferran Adriá al respecto:

- ¿Qué es un amigo del alma? ¿Aquel al que le darías todo tu patrimonio, si lo necesita?. Hay cosas que uno no puede pedir a nadie y, para mí, un amigo es alguien que nunca pediría lo que no debe.

Se trata de una definición sencilla a la que yo encontré un profundo significado gracias a la cual voy clarificando, poco a poco, el porqué de mi sentimiento sobre la amistad.

(Publicado en Cartas de los Lectores del Magazine de La Vanguardia, 14 Marzo 2010)

domingo, 28 de febrero de 2010

AMOR

Cuanta generosidad y cuanto amor se tiene que llegar a sentir por alguien para que estando hospitalizado, enfermo, muy enfermo, obligues a la persona que quieres a continuar con su vida.

Y cuanto se puede llegar a querer a una persona cuando teniéndola en el hospital enferma, muy enferma, sigues con tu vida normal para cumplir sus deseos.

El amor tiene manifestaciones extrañas que a veces, nadie más que los implicados pueden comprender.

Supongo que ésta solo pueden entenderla aquellos que han nacido con una enfermedad que les acompañará siempre y aquellos que, enamorados de esa persona son tan generosos como para compartirla con esa enfermedad.

miércoles, 24 de febrero de 2010

LA MALA EDUCACION

De la misma manera que yo engaño cuando entro en una tienda a comprarme una camiseta y pido la talla XL, hay gente que engaña con respecto a su educación, entendiendo la palabra en su acepción de cortesía y urbanidad.

Conozco a varias personas que de entrada me han deslumbrado con unas maneras impecables, dejándome boquiabierta en más de una ocasión, y que cuando se ha presentado la oportunidad de tener con ellas un trato continuado me han dejado pasmada precisamente por lo contrario.

Y es curioso porque sus maneras no cambian. Siguen siendo impecables. Lo que observo que cambia es la selección que hacen con respecto a quien las dedican así como la medida en que las dispensan, perdiendo el culo (y disculpen la expresión) por hacer algo por alguien, lo mismo que harán para otro pero manifestando sus reparos para que se sepa el sacrificio o el favor que le están haciendo y sobre lo que buscarán mil excusas (eso sí, muy elegantes) para no hacerlo por un tercero.

Entonces te das cuenta que no se trata de que tú quizás no conocías lo suficiente a esas personas, porque de hecho, más allá de las maneras, tampoco suele haber mucho más que conocer, sino de que ellos crean que lo que conocen de tí es suficiente para catalogarte decidiendo cuanta de su “esmerada” educación te mereces. Así, no tienen ningún reparo en prescindir de ti y dejarte con la palabra en la boca cuando, estando contigo, se presenta la oportunidad de tratar a alguien que en su escala tiene, en ese momento, un valor por encima del tuyo.

Huelga decir que esos valores varían en función de cómo varían los estatus de quien dispensa y quien recibe esa educación en relación al grupo social en el que interactúan.

Eso no es educación, verdad?

martes, 23 de febrero de 2010

INDIGNA SENSIBILIDAD

“El que personas adultas se mostraran tan sensibles a la opinión que pudiera tener de ellos un jefe al que posiblemente despreciaban era un enigma que César no alcanzaba a descifrar. Consistía uno de esos vergonzosos misterios del vivir, como el querer más a la chica que más te maltrataba o el gritar como un energúmeno a esa madre abnegada que te sigue como una esclava por la casa. Porque resultaba indigno ponerse a temblar como una hoja ........”. Amado amo, Rosa Montero.

¡Joder! Perdón por la expresión pero las líneas que preceden el exabrupto han sido las únicas que, en mis muchos años de lectora empedernida, me han hecho doblarle la página - algo que odio ferozmente - al libro en el que las he leido, que dicho sea de paso, tampoco es que me esté gustando especialmente, pero es que describe perfectamente un sentimiento que me es conocido: en diferentes etapas de mi vida y no siempre respecto a la misma persona, pero durante demasiado tiempo, soy consciente de haber tenido esa “indigna sensibilidad” a la opinión de personas que debido a su actitud hacia mí, han llegado a inspirarme no exactamente desprecio pero sí una mezcla de odio, rabia e impotencia que me ha amargado la existencia.

Seguramente un psiquiatra analizaría la situación en un “pis pas”, pensareis. Pues no. Después de algunos años de terapia regular con uno de los mejores especialistas de Barcelona, puedo asegurar que esa clase de personas existe independientemente de las neurosis ajenas y, o las tomas tal como son, o las dejas, porque cambiar, no cambian.

Si no hay nada que te obligue a soportarlas te alejas de ellas tan pronto las conoces. O quizás no, porque si no hay nada que te obligue a soportarlas seguro que a ellas tampoco les motiva ejercer sobre ti de esa manera.

El problema se presenta cuando existe un imperativo que las impone en tu vida y que, de entrada, las sitúa en un plano de superioridad. Deduzco que esas son dos de las condiciones que, en ese tipo de personas, accionan el resorte de una cualidad innata que les confiere una habilidad especial para el desprecio, cualidad de la que (seré benévola) estoy segura de que no son del todo conscientes (¡gracias a dios!) y aquí sí que ya, como decía mi psiquiatra, sólo se pueden hacer tres cosas: matarlas, abandonar aquello que te liga a ellas o prever sus “desplantes” y anticiparte a ellos como si de una partida de ajedrez se tratase.

Por mi misma he descubierto dos opciones más. Una de ellas quedará como secreto de la profesional que soy ya soportando “cabronadas” (aunque la legaré en mi testamento segura de que alguien me lo agradecerá). La otra no supone ningun misterio: resignarse a sufrirlas, no necesariamente en silencio, pero sufrirlas al fin y al cabo. Matarlas, evidentemente, no es recomendable y abandonar aquello que te liga a ellas ...... es lo último porque precisamente por eso las soportas, pero hay que reconocer que todo tiene un límite.

Explicar el trato con estas personas no es nada fácil, es más, se tacha de paranoico a quien relata la experiencia.

En cualquier caso, este tipo de relaciones agota: agotan la voluntad, la paciencia, los buenos propósitos, el humor, ........ y lo peor de todo es que desgastan. Y el desgaste es peligroso.

martes, 16 de febrero de 2010

NURI

Hasta donde me alcanza la memoria siempre hemos sido amigas. No recuerdo la primera vez que te vi, ni cuando me dijiste tu nombre pero deduzco que debió ser en algún momento entre nuestros 8 y 9 años.

Sin darnos cuenta, llegamos a ser inseparables, junto a Mada (nuestra Magdalena) y juntas vivimos nuestro recatado despertar a la vida. La añoranza de aquellos tiempos me lleva a tener el sentimiento de que compartimos pocas fiestas, pocos chicos, pocos vicios y hasta pocas confidencias pero, seguro que no fue así porque, echando la vista atrás, hubo de todo. Aún así, no puedo dejar de tener la sensación de que nos quedamos cortas. Eso sí, siempre juntas.

Entre nuestras más gratas vivencias, aquellas famosas vacaciones de verano en Andalucía sobre las que, en su momento, pudimos escribir un libro según la cantidad de nuevas experiencias que nos proporcionaron. ¡Las únicas que hicimos juntas en toda nuestra vida! y, por supuesto acompañadas de nuestros padres (eran otros tiempos), pero, por encima de todo, ¡juntas! que era lo importante.

Mas tarde vivimos a diferente ritmo pero no por eso nos distanciamos porque donde no llegaba el tiempo ni la oportunidad siempre llegó el teléfono.

Ahora, al igualar de nuevo el ritmo de nuestra vida, hemos vuelto a regularizar nuestros encuentros y a hacerlos cada vez más frecuentes, como cuando éramos adolescentes, aunque con otros problemas, ni más ni menos importantes.

La vida no nos reunió como madres pero si lo ha hecho como hijas y en los primeros minutos de cada uno de nuestros encuentros y como si ya, de un ritual se tratase, desahogamos la una en la otra el dolor y la impotencia de ver como nuestras madres dejan de ejercer como tales para comportarse como niñas. Momentos después y reconfortadas por tan cálida terapia, nos desternillamos de risa de algo tan serio como lo mucho que podemos llegar a parecernos a ellas en un futuro.

Me dices que has entrado en mi blog y has leido lo que escribo y que te ha gustado mucho, tanto que no has sido capaz de hilar palabras para dejar un comentario que exprese tus sentimientos. Y lo dices sin asomo de preocupación ni incomodidad, sabedora de que conmigo te sobran tanto las palabras como las letras.

martes, 9 de febrero de 2010

ELIAS

A pesar de saber que ni tan solo sentirías mi presencia, tuve la necesidad imperiosa de verte. Quería llegar a tiempo de darte un beso y decirte adiós, quizás solo para amortiguar el dolor que me producía el hecho de no haber tenido más contacto contigo desde que enfermaste, ahora que sabía que había empezado tu acelerada cuenta atrás.

Al fin y al cabo, ¡solo era un dolor de espalda! Y tú eras un especialista en no cuidarte. No ibas a hacer caso de nada que te dijera, así que .... ¡ya te llamaría mañana! ...... Y mañana fue tarde.

Llegue a tiempo de verte ...., conectado a una máquina, y lloré amargamente agarrada a tu mano ante la atónita mirada de quien no me conocía. Porque no tuvimos una relación constante. Veinticuatro años dan para mucho, hasta para perder el contacto durante diez, y la nuestra fue una relación muy sencilla. Pero profunda y correspondida. No hubiera podido ser de otra manera entre dos personas tan diferentes que, a fuerza de compartir espacio y tiempo llegaron a tomarse mucho cariño.

Recuerdo el día en que nos reencontramos después de diez años de no saber prácticamente nada el uno del otro. Habíamos quedado en Plaza Universidad, como cuando teníamos veintipocos años y, en cuanto nos divisamos, corrimos el uno al otro para abrazarnos felizmente al tiempo que me levantabas por los aires dando vueltas.

Después de cenar, pasamos parte de la noche deambulando de bar en bar mientras nos poníamos al día de esos diez años, quizás los más densos de nuestra vida, sobretodo para ti.

Me gustó saber que, en tus peores momentos, muchas veces tuviste la necesidad de hablar conmigo, buscando algo de control, dijiste. Me hubiera gustado que lo hicieras.

Durante esos diez años, en mis peores momentos, tambien hubiera necesitado tenerte a mi lado para que me ayudaras a mandar a paseo tanto control. ¡Ojala hubieras estado ahí!

Saliendo del hospital me crucé con tu hija. Solo la había visto una vez: tenía 1 semana.

Había sido una de las personas que me había visto llegar junto a tu cama, cogerte la mano en silencio y llorar para después besarte con todo mi cariño y decirte “Adiós, guapo” así que creí estar en la obligación de presentarme. Me miró con ojos llorosos y al decirle quién era me contestó que ya me conocía. Tú le habías hablado de mi y le habías enseñado algunas fotos. La besé, salí del hospital, llamé a Marie France y por primera vez en mi vida, perdí la voz.

Me gustaría tener la certeza de que has vivido como has querido porque aptitudes para más tenías de sobra. A mí me han quedado pendientes muchas cosas contigo, entre ellas, conocerte mejor.

Que te hayan reclamado tan pronto solo me confirma una cosa y es que allí donde hayas ido también están faltos de alegría.

Esperame muchos años pero, cuando me veas llegar, ....... toca el piano para mí.

martes, 5 de enero de 2010

QUERIDOS REYES MAGOS,

En todos estos años no me habeis fallado ni una sola vez y siempre me habeis traido todo aquello que he pedido y ha estado en vuestra mano: mi primera muñeca, mi primer aparato de música, algún novio, música, ropa, muchos libros y hasta alguna joya.

A estas alturas de mi vida, tengo todo lo que necesito, y mucho, mucho, mucho más, porque lo que realmente necesito tampoco es tanto. Así que este año no os voy a pedir que me traigais nada, pero sí voy a pediros algo: voy a pediros que os lleveis.

Ya sé que el viaje de vuelta al maravilloso Oriente es un merecido paseo después de lo que os ha supuesto viajar por el mundo cargaditos de regalos que además debeis entregar en un tiempo record y que, aunque ya lo teneis muy por la mano, no deja de ser un trabajo que os deja exhaustos. Pero tampoco voy a pedir que os lleveis mucho.

De todo lo que me gustaría que desapareciera del mundo, este año solo quisiera que os llevaseis la avaricia. Lo he pensado mucho y creo que es lo más práctico, entre otras cosas porque sin avaricia seguro que el año que viene no teneis que venir ni la mitad de cargados. Así no os cansareis tanto y seguro que, a la vuelta, no os importa cargar de nuevo, esta vez con la envidia y la soberbia.

Además, si este año os llevais la avaricia, muchas cosas desaparecerán con ella: la codicia, la traición, el soborno, el engaño, la manipulación, la estafa, el robo, el asalto, .... incluso mucha violencia. Todo lo que os lleveis más adelante pesará menos.

Seguro que no soy la primera persona que os hace esta petición y si no lo habeis hecho ya seguro que teneis un buen motivo, pero os pido que lo penseis. Sin trabajo no os vais a quedar.

Nunca me habeis fallado y sé que ahora tampoco lo vais a hacer así que, como vengo haciendo desde hace 47 años, esta noche me iré a dormir temprano, nerviosa y esperanzada, y mañana me levantaré entusiasmada. Solo que esta vez mi mirada irá más allá del pesebre, a través de la ventana, segura de que habeis dejado un mundo mejor.