martes, 29 de diciembre de 2009

¡FELIZ AÑO 2010!

Así como no tengo por costumbre felicitar por Navidad sí me gusta hacerlo en vísperas de cada año nuevo.

Parecerá una tontería, pero, al tratarse de unos buenos deseos extensivos, pero al mismo tiempo acotados a un año, tengo la sensación de que, aunque muchos, todos se cumplirán.

Una rareza como otra cualquiera.

En cualquier caso, mi estado de ánimo todos los 31 de Diciembre suele ser el mismo: una mezcla de tristeza, por el período que se cierra, y expectativa infantil por el que se inicia. Ya sé que se trata de la sucesión temporal habitual pero el hecho de que oficial y popularmente sean días que cierran y abren años unido a mi naturaleza ordenada deben provocar en mí esos particulares y hasta cierto punto contradictorios sentimientos.

Este año, quizás por ser consciente de que “mi crisis particular” toca a su fin, estoy triste pero especialmente expectante, casi ilusionada, diría yo.

Imagino el nuevo año como una preciosa gran caja de la cual voy a ser capaz de sacar cosas que nunca antes me hubiera atrevido a imaginar.

Independientemente de lo que ocurra, me parece un pensamiento maravilloso, ideal para dar comienzo un nuevo año, ideal para dar comienzo una nueva etapa.

¡MIS MEJORES DESEOS PARA EL 2010!

lunes, 28 de diciembre de 2009

MI CRISIS PARTICULAR

Hay circunstancias en la vida que nos marcan un antes y un después. Esas circunstancias empiezan dándose a muy temprana edad pero es a medida que nos hacemos mayores cuando cada vez somos más conscientes de cómo y porqué algunas de ellas marcan un punto de inflexión en nuestra vida, modificando su rumbo.

Mis últimos años han sido un continuo suceder de esas circunstancias y a pesar de lo previsible de todo lo ocurrido, no han resultado fáciles.

Pensando en ello, no he podido evitar imaginarme al ser humano con una gran cantidad de brazos cuyas manos se van uniendo a lo largo de la vida a las manos de otras personas. Porque las circunstancias suceden pero lo que realmente determina el cambio provocado por ellas es el hecho de cómo estas afectan la relación de las personas implicadas.

A lo largo de estos últimos años hubo quién, sin quererlo, soltó mi mano que sigue tanteando el vacío buscando esa otra mano que aferró durante tantos años y que ya no está.

También hubo quién dejó de agarrar mi mano para colgarse de ella, descubriendo con asombro que no pesa.

Hubo quién, al notar mis manos flojas las asió con más fuerza, tirándo hacia delante. Y hubo quién, momentáneamente, me soltó la mano para pasar la suya por mi cintura y mantenerme firme.

Hubo quién, en un momento dado necesitó aferrarme tan fuerte que me hizo daño. Y, seguramente también hubo a quién, en un momento dado necesité aferrarme tan fuerte, que hice daño.

Hubo manos que empezaron a agarrarme con más fuerza y manos que dejaron de sujetarme con tanta intensidad.

Hubo quién buscó tímidamente mi mano y hubo quién poco a poco se desasió.

Hasta hubo quién me soltó bruscamente, dándome además un bofetón antes de cambiar de mano.

Por primera vez soy consciente de haber cambiado mucho como consecuencia de las circunstancias vividas a lo largo de estos años (tres? cuatro?) y, no precisamente para bien a ojos de muchas personas. Pero yo estoy más contenta conmigo y sospecho que esto no ha hecho más que empezar.

"¿Crisis? ¿Que crisis? Es la oportunidad de cambiar.
La evolución no es más que la respuesta de la naturaleza a la permanente crisis del planeta."
Carl Sagan (1934-1996). Astrónomo.

lunes, 7 de diciembre de 2009

SE BUSCAN HEROES

La Vanguardia propone un concurso para encontrar "héroes cotidianos". Usando sus mismas palabras, busca rendir homenaje a "gente que se esfuerza, que decide, gente que influye, que lidera. Gente que lucha, que se apasiona. Gente que, por sus obras, por sus convicciones, por sus méritos como persona, por sus valores, merezca un homenaje".

La presentación de la candidatura no puede exceder las 10 líneas. Suficiente: los héroes de verdad no quieren ni sus hazañas requieren de grandes explicaciones.

Esta ha sido la mía, pero seguro que tambien puede ser la vuestra.

"Ya no se apasiona, no se esfuerza y no decide. Nunca lideró más allá de su casa. Pero luchó, luchó muchísimo para que tuviéramos un hogar en el que nada faltara, sobretodo cariño. Y lo consiguió, aún a costa de no llegar a vivir nunca su propia vida, cosa que tampoco echó de menos porque nadie le enseñó que esa era una opción.
Típico producto de un tiempo, la postguerra española, y un lugar, un pequeño pueblo de Andalucía, mi madre es una de tantas heroínas anónimas pertenecientes a ese gran grupo de mujeres que sin más recursos que mucho amor y mucha alegría, sobrevivieron a una época de muchos cambios y resultaron victoriosas, puesto que consiguieron su objetivo: una vida mejor para los suyos.
Hace un año y medio perdió a mi padre. Desde entonces, pobrecita, vaga triste por su vida incapaz de encontrar de nuevo el camino".

domingo, 15 de noviembre de 2009

SI QUIERES CONOCER A ALGUIEN, DALE PODER .....

No sé de quién es la frase pero la escuché hace años, archivándola en mi cerebro, sin saber entonces cuantas veces la rescataría del olvido durante los últimos tiempos para aplicarla, sin ir más lejos, en mi modesto entorno inmediato, a personas que yo creía modestas.

Quizás por ello me extraña ahora que la gente se rasgue las vestiduras con los últimos casos de corrupción que nos presentan los medios de comunicación.

¿De que nos extrañamos?

Si en un entorno pequeño, por una palmada en la espalda y la potestad de decirle al de al lado lo que tiene que hacer, nos sacamos los ojos, de que no seremos capaces por estar en una posición que nos da acceso a recursos económicos inconcebibles para nosotros hasta ese momento y nos sitúa en un plano de reconocimiento social cuyo exponente habitual es el constante halago?

Y evidentemente, ¿porqué echar mano de la mentira, el engaño o la traición, si no fuera para sacar el máximo provecho de las oportunidades que una situación de poder pone al alcance de quien la consigue?

No pequemos de ingenuos ofendiendo la inteligencia de nadie. Somos conscientes de que la corrupción existe pero volvemos la vista.

Y siendo así, todo este despliegue de información no debería desperdiciarse analizando el cómo, cuando y porqué de algo que ha existido, existe y existirá sino que debería profundizar en el hecho de porqué, a pesar de todo, no ponemos los medios para detectarla, castigarla y minimizarla.

¿Será, tal vez, porque todos tenemos un nivel de corrupción latente que espera algún día tener la oportunidad de beneficiarse de ella?

miércoles, 11 de noviembre de 2009

MI AMANTE

Soy una persona muy afortunada. Tengo salud, amor, familia, amigos y trabajo. Pero quien verdaderamente ha dado sentido a todo lo que tengo es mi amante.

Sí, lo confieso. Hace tiempo que tengo un amante gracias al cual todo a mi alrededor es maravilloso.

Su mirada me acompaña constantemente, me mima siempre que la situación lo permite y me hace sentir que soy lo más importante sobre la tierra. Puedo contarle cualquier cosa porque, ahora, siempre tiene tiempo para mí; me escucha, me comprende, me consuela y, además, tiene la virtud de presentarme el lado menos malo de aquello que me angustia.

Es curioso porque se trata de una persona que siempre ha estado ahí y, a pesar de que nuestra relación ha sido siempre especial, no hace mucho que se ha convertido en íntima.

Cuando leí el famoso escrito de Jorge Bucay, titulado “Hay que buscarse un amante” me hice el firme propósito de encontrar "ese “algo” que me apasionara, que me volviese distraída frente al entorno". Nunca pensé que ese "algo" sería “alguien”, ni mucho menos, tan cercano.

Desde entonces, los amaneceres me parecen maravillosos aunque los contemple desde el coche camino del trabajo, los atardeceres tienen placidez espiritual, aunque los disfrute, igualmente, desde el coche a la salida del trabajo camino presuroso de cualquier otro quehacer, la gente es fascinante, la luna, mágica, el sol, la vida, el mar, misterioso, y yo ....... yo tengo la sensación permanente de irradiar luz.

El sentir tan cerca una persona tan especial ha sacado lo mejor de mí y conocernos es una experiencia apasionante que espero nos ocupe el resto de nuestra vida.

No es una persona perfecta, ni siquiera para mí, pero cada vez me siento más a gusto en su compañía lo cual no deja de ser una suerte porque .......
........ se trata de la única persona en el mundo que, pase lo que pase, nunca me abandonará, ........ aún en el caso de que llegara a olvidarme.

domingo, 1 de noviembre de 2009

RECLAMA CONMIGO

Hace años que tengo por norma reclamar todo aquello con lo que no estoy conforme.

Un buen día, decidí que, en la medida de mis posibilidades, no iba a dejar que me dieran “gato por liebre” y, contra todo pronóstico, mi primera reclamación dió un resultado, no solo positivo sino tan satisfactorio, que me animó a continuar con la costumbre.

No es que haya hecho grandes ni muchas reclamaciones pero no solo he recibido siempre respuesta sino que, además, en todas me he visto resarcida

No hace tanto, algo caro era sin lugar a dudas algo bueno y un profesional era alguien que garantizaba un buen trabajo. Hoy día solo estamos seguros de que algo es bueno si es carísimo y no tenemos la certeza de recibir un buen trabajo hasta verlo realizado, cosa que sucede en tan contadas ocasiones que, cuando se da, constituye motivo de asombro y, por supuesto admiración. Pero, aunque resulte curioso, no nos quejamos. Con el tiempo, hemos relajado tanto nuestras exigencias que nos comportamos como “nuevos ricos”: que se note que tenemos dinero aunque sea tirándolo ya que no tenemos experiencia en gastarlo.

Y resulta curioso, porque todos quisiéramos dejar de estar ligados a la obligación y el esfuerzo que supone el trabajo pero actuando así demostramos no dar valor alguno a aquello por lo que trabajamos.

Nos resulta vergonzoso reclamar que lo recibido no se ajusta a lo que, con tanto entusiasmo e interés nos han vendido y por lo que, generalmente con esfuerzo, hemos pagado.

¿Porqué?

Si no reclamamos aquello en lo que no nos han cumplido, estamos demostrando un desinterés que, en mi opinión, se traduce en una gran falta de respeto por nosotros mismos, precisamente, la falta de respeto que otorga a los demás el derecho de no respetarnos que, en definitiva, es lo que hacen cuando no nos cumplen con aquello a lo que se han comprometido.

Y si es así, no tenemos derecho alguno a quejarnos y no puedo dejar de preguntarme si la crisis no tendrá “algo” que ver con nuestra falta de formalidad.

(Publicado en Cartas de los Lectores del Magazine de La Vanguardia, 08 Noviembre 2009)

lunes, 26 de octubre de 2009

MUJERES (I)

Acabo de regresar de vacaciones con un montón de cosas que contar, pero “las musas” me han abandonado. Parece ser que hicieron las maletas y se largaron antes que yo y, es evidente que su presupuesto era superior al mío porque todavía las estoy esperando.

De todas formas, hay algo sobre lo que, aunque ellas no estén conmigo, me apetece mucho escribir, entre otras cosas porque “lo prometido es deuda” y mi última entrada, “Mujeres”, me endeudó con dos personas, paradójicamente, dos hombres, cuyas opiniones recibí por escrito, no a través del blog, pero sí por correo electrónico (gracias, a ambos, por demostrarme vuestro afecto leyendo mis desvaríos, y enriquecerme con vuestras opiniones).

Me resultó muy curioso comprobar que esas líneas no dejaron indiferente a quien las leyó y las reacciones me resultaron todavía más interesantes: me proporcionaron discursiones acaloradas que amenizaron agradables veladas de verano, francas correspondencias con serenas y bien argumentadas opiniones e ..... incomprensibles mutis.

Ante todo quiero dejar claro que la imagen de la mujer que se desprende de la descripción de los hechos narrados no es una imagen que pretenda generalizar. Tampoco pienso que la inseguridad femenina venga siempre inducida por nuestro mismo género. Los efectos del acoso y del maltrato por parte del género masculino son tan históricos como devastadores.

Estoy orgullosa de ser mujer (ni machista ni feminista) y, ni por un momento, pienso que el género femenino esté formado por una gran “colla” de arpías cuyo principal objetivo en la vida sea la de ponernos la zancadilla las unas a las otras. Pero sí mantengo que “haberlas, haylas”, y no pocas, tanto más peligrosas en cuanto no reconocen el efecto negativo de sus acciones sobre nuestro género.

Sirva de ejemplo la imagen que determinados medios de comunicación ofrecen del género femenino, lo cual solo es posible con nuestra complicidad como participantes y consumidoras y que descorazonaría (y descorazona) a todas aquellas personas (no solamente mujeres) que tanto lucharon (y continúan luchando) por conseguir reconocimiento e igualdad.

Porque, independientemente ya del género, no es honesto conseguir reconocimiento a costa del hundimiento ajeno, sino por méritos propios. Pero cuando esto ocurre entre nosotras y cuestiones vanales, nos impiden reconocernos las valías, lo único que estamos consiguiendo es retroceder muchos pasos sobre un camino abierto a base de mucho sacrificio.

Y escribí sobre ello porque me duele. Y sin excluirme.

Porque reconocer los errores es el primer paso para corregirlos.

Así de simple. Así de complicado.

martes, 16 de junio de 2009

MUJERES

Si nos preguntamos porqué siendo tan listas, el mundo siempre ha sido de los hombres, la respuesta es porque somos malas.

Sí señoras, las mujeres somos malas. Pero no malas en general, no. Somos malas con nosotras mismas y, repito, si el mundo siempre ha sido de los hombres es porque nosotras se lo hemos puesto en bandeja a fuerza de negarnoslo a nosotras mismas a cada momento.

Por ejemplo, y que tire la primera piedra la que esté libre de culpa: tenemos nueva compañera en la oficina. Latina, cuerpo escultural y un par de tetas de impresión, pero ¡aaaaargh! es simpática, lista y trabajadora.

Se la recibe cortésmente y no podemos evitar que nos caiga bien a pesar de tener cruzadas ese par de tetas que acaparan las miradas de todos los varones del entorno, miradas que, aunque no han sido nunca exclusivamente nuestras, tampoco han estado tan traspuestas, perdiéndose de vez en cuando en nuestro escote.

Y, a pesar de reconocer y agradecer su valía, no podemos evitar que, la mayor parte de las veces, que se hable de ella o con ella, se haga referencia a su físico, por encima de cualquier otra consideración. Eso sí, con un deje de menosprecio que nos confirme que esa combinación de físico y cualidades más que aceptables es vulgar y ordinario, lo cual conseguirá, de paso, que la propietaria de la bendita combinación, en lugar de sentirse orgullosa, se sienta insegura.

¿Bonito? No.
¿Educativo? Menos.

Desarrollo este caso porque es el que, en este momento, estoy viviendo diariamente (como espectadora) pero podría extenderme a algún otro vivido en primera persona y cuyo desarrollo levantaría ampollas en mi ambiente laboral y familiar. Porque yo soy de las que tienen tetas. Con más o con menos seso, pero con tetas.

Y si os preguntais el porqué de esa fijación con las tetas, pensad por un momento ¿cuantas mujeres que ocupen cargos públicos de responsabilidad tienen un busto llamativo? No se me ocurre ninguna.

¿Casualidad? Demasiada.

En cualquier caso, a lo que jugamos peligrosamente entre nosotras es a dividirnos y, en consecuencia, a debilitarnos a costa de hacernos sentir inseguras. Despreciamos en nuestro género la inteligencia, la simpatía, la capacidad de trabajo ..... si van acompañadas de un físico aceptable. Y puesto que nos hacemos inseguras solo sabemos buscar seguridad a costa de la inseguridad ajena.

Así que, de nuevo me pregunto, ¿si somos tan listas y maquiavélicas, porque no dejamos de luchar entre nosotras y unimos nuestras fuerzas para conseguir el mundo?

Porque la perfección no existe y desgraciadamente, en nuestro género, la inteligencia, aunque mucha, sigue siendo inferior a la envidia.

Así que señoras, en lugar de poner tanto empeño en no educar hijos machistas, invirtamos tambien un poco en educar mujeres honestas.

¿EN QUE CLASE DE PERSONAS NOS ESTAMOS CONVIRTIENDO?

En los últimos años, desgraciadamente, he visitado a menudo con mis mayores el servicio de urgencias del Hospital de Bellvitge.

No puedo decir nada en contra de la atención recibida. En todas las ocasiones, hemos sido tratados con profesionalidad y, la mayor parte de las veces con una calidez añadida que ha hecho menos traumática la asimilación de diagnósticos, a veces no deseados, aunque previsibles.

El problema es que llegar a recibir esa esmerada atención supone una espera mínima de 12 horas. Y eso es inhumano. Independientemente del motivo que nos lleve a usar ese servicio, llegamos preocupados, vulnerables y, en algunos casos, doloridos. Y esa espera puede que físicamente no nos perjudique más, pero psíquicamente nos hunde.

El pasado mes de mayo fue para mi tan generoso en visitas al hospital como en éxitos para el Barça y, a la vista de la manifestaciones eufóricas que este último acontecimiento ha provocado, no he podido dejar de preguntarme, en que clase de personas nos estamos conviertiendo.

No tenemos inconveniente en echarnos a la calle y pasar la noche en vela en Canaletas, aunque al dia siguente tengamos que madrugar para ir a trabajar. Ni gastarnos un dinero que, en ocasiones, no tenemos para ver un partido en el lugar donde se juega y que no tenemos el más mínimo interés en conocer, más allá de la plaza donde está colocada la pantalla gigante que nos permitirá seguir el partido porque ni siquiera podemos acceder al campo.

Y sin embargo no movemos un dedo para exigir lo que, por derecho (y pago) nos corresponde: una atención sanitaria más ágil. Algo que a fin de cuentas, todos, más tarde o más temprano, vamos a necesitar.

Y con miedo vuelvo a preguntarme, ¿en que clase de personas nos estamos convirtiendo?

(Publicado en Cartas de los Lectores de La Vanguardia, 1 Julio 2009)

domingo, 7 de junio de 2009

LOS PADRES DE PEDRO, NUESTROS PADRES

El sábado, por primera vez en mucho tiempo, bajé a desayunar al bar. Algo que antes Javier y yo hacíamos los fines de semana con cierta frecuencia, se ha convertido ahora en un lujo, no por el importe del desayuno en sí (al menos, por el momento), sino por el hecho de disponer de un tiempo para compartir que no implique a nadie más, cuya necesidad esté por encima de nuestro capricho.

Y es que, últimamente, por encima de nuestro capricho, incluso de nuestra necesidad, está la de su padre y la de mi madre que, por un motivo u otro, pero básicamente por la edad, y en consecuencia, por la salud y las circunstancias acordes, copan todo nuestro tiempo.

El bar está justo debajo de casa y lo lleva un tal Pedro y sus padres. Por las relaciones que, observo tienen con la gente del barrio, deduzco que debieron ser los padres quienes montaron el bar en su juventud, seguramente recién llegados de su León natal y Pedro se ha criado allí. Los tres tienen el aspecto y las maneras de las buenas personas. Quizás por eso el sábado, sin ellos saberlo (porque de ser así creo que nunca lo hubieran permitido) me hicieron llorar.

Cuando llegamos, nos sentamos en la barra. Pedro estaba haciendo un bocadillo para otro cliente y su padre se hizo cargo de nuestros cafés con leche. En un momento dado, Pedro dirigió la vista hacia la cafetera y cuando me di cuenta estaba reprendiendo a su padre porque no estaba haciendo bien el café. No fue ni mucho menos desagradable en sus maneras pero sí mostró la impaciencia de quien tiene muchas cosas que atender y, habiendo delegado lo más simple, se da cuenta de que ni de eso puede olvidarse y se enrabia no pudiendo evitar que las palabras y el tono hagan sentir inútil a la persona que las recibe. El padre aguantó el chaparrón con cara seria, pero dulce y sin decir una sola palabra, dejando que su hijo se acercara y le enseñara a hacer lo que seguramente, en su día, cuando Pedro era un mocoso que apenas alcanzaba la cafetera, le enseñó a hacer él. Y fue esa contraposición de imágenes, la real y la de mi imaginación, el presente y el pasado, la impaciencia y el cariño, la que me hizo llorar, de tal manera, que hizo sentir violento a Javier.

No pude remediarlo. Me identificaba perfectamente con la impaciencia de Pedro y hasta pude captar el malestar posterior a esa amonestación que no pudo reprimir. Pero su padre me inspiró una infinita ternura y, a pesar del estrecho contacto que últimamente tengo con mi madre y con mi suegro, por primera vez, sentí el dolor de quien lo ha dado todo y a quien hacemos creer por un momento (a veces, muchos), llevados por la impaciencia, que ese todo ya no es válido, que existen nuevas normas y son las nuestras, haciéndoles sentir más torpes e inútiles de lo que la edad y sus limitaciones se encargan de recordarles diariamente.

Y aunque pìenso que es ley de vida, que por buenos que seamos, las leyes de la naturaleza hacen generosos a los padres y egoistas a los hijos, no puedo dejar de pensar que no es justo y luchar contra ello cada día.

Aún no lo he conseguido y no sé si lo conseguiré pero lo intento hasta el punto de que hoy por hoy, el ser paciente con mi madre, es mi objetivo prioritario. Porque ser hijos y permitirnos un cierto egoismo no nos da derecho a ignorar a nuestros mayores. Al fin y al cabo, no sólo nos han dado la vida sino que han sentado las bases de la maravillosa persona que creemos ser.

martes, 5 de mayo de 2009

¡QUE INCOMODO!

No puedo soportar a la gente con la que no sabes a que atenerte. Coincides un día con ellos en el ascensor y te "meten en el alma". Al día siguiente te los cruzas por la calle y te giran la cara.

Tengo unos vecinos que personifican lo que estoy describiendo en su más extrema manifestación y me disgusta enormente coincidir con ellos porque no sé nunca cuando me van a dejar con la boca abierta. Precisamente esta mañana, ella, con la niña (que no sé a quien se parece porque es "permanentemente" simpática), esperaba que él acercara su coche a la puerta cuando yo sacaba el mío del garaje. Se ha hecho a un lado al ver abrirse la puerta y cuando la apertura amenazaba con dejar al descubierto mi cara, ha girado la suya.

Entiendo que todo el mundo tiene un mal día, o un período difícil, pero no entiendo esta actitud. Es más, pensandolo bien, creo que debe resultar verdaderamente incómodo estar pendiente de tu hija, de su mochila, de tu bolso y de tu marido que llega, al tiempo que escondes la cara esperando que la vecina acabe de sacar su coche del garaje, espere a que se cierre la puerta y decida largarse a trabajar para poder levantar de nuevo la cara. Lo dicho, realmente incómodo!

Debería probar a mantener la cabeza alta, sonreir y dar los buenos días. Más corto, más sencillo, más agradable para mí, e infinitamente menos estresante para ella. Creo yo.

jueves, 23 de abril de 2009

EL PLACER DE LA LECTURA

Considero que leer es una de las actividades más enriquecedoras que podemos realizar y, en mi caso, a pesar de que mis padres, por el espacio y el tiempo que les tocó vivir, tuvieron siempre otras prioridades, puedo decir que supieron inculcar en mí la importancia de la lectura.

Evidentemente, la finalidad de la lectura es la adquisición de conocimientos. No importa nuestro nivel cultural ni nuestras preferencias. La oferta actual pone al alcance de todos este autoaprendizaje, permitiéndonos escoger los libros que mejor se adecuan a nuestro grado de comprensión. Además, la lectura lleva implícitas actividades que hacen que esta forma de aprender resulte entretenida, sencilla y divertida. Me explico.

Leyendo, viajamos. Aunque no dispongamos de suficiente dinero para visitar ese país exótico, objeto de nuestros sueños, sólo necesitamos abrir un libro para disfrutar de sus paisajes, convivir con sus gentes y participar de sus costumbres. De hecho, lo primero que hacemos, cuando tenemos un viaje en perspectiva es comprar una guía que nos ponga al corriente de todo lo relativo al lugar que vamos a visitar. El primer paso del viaje ha empezado con un libro.

Leyendo, vivimos las más extraordinarias aventuras. Continuando con los viajes, ¿quien no ha querido retroceder en el tiempo?. Pues nada mejor que una novela histórica. Seguro que el acontecimiento escogido no supone mayor problema. Y si el viaje es al futuro ¡pues, perfecto!, una novela de ciencia ficción nos llevará a ese tiempo que aún está por venir.

De cualquier forma, ya se trate de viajes al pasado, al futuro o al interior de nosotros mismos, del descubrimiento de una isla o de un tesoro, gracias a las páginas de un libro, todo es posible.

Evidentemente, si el tema en cuestión nos interesa, el siguiente paso consiste en consultar libros más específicos aunque solo sea para verificar las bases de aquello que hemos leído. Seguro que no olvidamos nunca los conocimientos así adquiridos.

Leyendo, actuamos. A veces un libro nos absorbe tanto que llegamos a entrar en la piel de sus personajes protagonistas. En ese momento, sin darnos cuenta, somos actores y es cuando se nos pasa la parada de metro en la que debíamos bajar, o bien, la señora que se sienta a nuestro lado nos mira extrañada porque reímos o lloramos sin motivo aparente.

Leer no es un placer caro. Es fácil conseguir libros a través de la familia, los amigos, los compañeros de trabajo y, por supuesto, en las bibliotecas. Si, como yo, se tiene hacía a ellos un sentimiento egoista, y se quieren en propiedad, los mercados de segunda mano y las ediciones de bolsillo ofrecen precios razonables.

Insisto, no caben excusas, hay que leer porque la lectura es un placer del que, si aún no disfrutas, vale la pena iniciarse.

A PROPÒSIT DE SANT JORDI

A propòsit de Sant Jordi vull dir-vos que us estimo. A tots?, us preguntareu. Doncs sí, a totes i cada una de les persones que formen part de la meva vida i a totes i cada una de les coses que conformen el meu entorn.

Perquè no sento cap vergonya de dir-ho: "sense vosaltres, persones i coses (més persones que coses), no soc res" i, encara que estic bastant d'acord amb la filosofia hindú, amb la meva vida interior no en tinc prou i us necessito per enriquir-la, donant forma a les meves experiències.

Amb una relació més propera o més llunyana, més càlida o més freda, més estreta o més distant, gaudeixo i també pateixo (tot s'ha de dir), la vostra companyia, però fins i tot quan la pateixo, m'esteu donant l'oportunitat d'aprendre.

I com que no sempre tinc l'oportunitat de fer-us-ho saber, no he volgut deixar passar aquest Sant Jordi per deixar constància, aquesta vegada escrita, del meu amor.

jueves, 16 de abril de 2009

GRACIAS

Mi padre falleció hoy hace un año.

Siempre pensé que, llegado el momento, me recogería en la intimidad de la familia, incapaz de aceptar, en el dolor de la situación, la compañia y las palabras de aquellos que me aprecian, aunque no lleven mi sangre.

Como en cuestión de sentimientos no puede anticiparse nada de aquello por lo que no se haya pasado, hoy puedo deciros que estaba equivocada. Que agradecí vuestra compañia, vuestros besos, vuestras palabras, vuestros mensajes, vuestras sonrisas y vuestras miradas porque me aportaron la calidez del cariño, la fuerza de la amistad y la alegría de la compañia.

En definitiva, me hicisteis sentir querida y ese es el mejor homenaje que pudisteis ofrecerle a él.

Gracias.

LECCIONES DE HUMANIDAD

Hoy hace un año que murió mi padre.

A pesar de las fuertes reacciones emocionales que conllevó su muerte, teniendo en cuenta que fue y sigue siendo un hombre muy querido, desde el mismo momento de su fallecimiento, tanto mi madre como mis hermanas y yo tuvimos muy presente el hecho de querer agradecer de alguna manera todo lo que el personal del Hospital Duran y Reynals hizo por él.

Y no me refiero a aquello que estaban obligados a hacer sino a lo que no figura en un contrato y depende únicamente de la calidad de la persona.

Pasó sus últimos cuatro meses de vida atendido por la Dra. Domingo y asistido por el personal de la planta 7.

El carácter de la doctora fue el paliativo más eficaz pues, independientemente del medicamento pautado, sus visitas representaron una inyección de optimismo diaria. Para él, que hasta el final albergó esperanza, y para nosotras que sabíamos que no la había.

En cuanto al personal sanitario, no puedo hacer excepción alguna ni en cuanto a profesionalidad ni en cuanto a sensibilidad porque todo el mundo dio lo mejor de sí en su relación con él y con toda la familia, con una naturalidad solo digna de las buenas personas.

En aquel momento, en el hospital, junto a los ascensores, había una carta de los trabajadores que ponía de manifiesto como los recortes económicos que estaban teniendo lugar, podían perjudicar ese trato a los pacientes del que se sentían tan orgullosos.

No sé si esa carta sigue ahí. No sé si los problemas se han solucionado porque no he vuelto al hospital. Pero sí me gustaría ratificar su contenido agradeciendo públicamente tanta humanidad.

(Publicado en Cartas de los Lectores de La Vanguardia, 16 Abril 2009)

martes, 31 de marzo de 2009

COMPARTO RESIDENCIA

No tengo hijos. Ni propios ni adoptados. La naturaleza se encargó de negarme los propios y mi falta de instinto maternal, la posibilidad de la adopción.

No obstante, lo intenté, hasta el final, pasando por un proceso que si, a mí, que nunca tuve verdaderos deseos de ser madre, me resultó muy doloroso, no quiero ni pensar en el calvario que puede resultar para quien de verdad los desea.

La finalización del proceso coincidió con el inicio del declive de mis mayores y durante un tiempo me angustió la posibilidad, egoista, de que cuando fuera mayor no tendría a nadie que se ocupase de mí.

Compartí el sentimiento con mi marido, la parte razonable de la pareja, capaz de analizarlo, casi todo, de manera objetiva, aunque nos afecte.

- No te preocupes, - me contestó -, cuando nos jubilemos, empezamos a buscar una residencia que nos guste y así, llegado el momento, vamos a un lugar escogido por nosotros. Por de pronto, lo que tenemos que hacer es seguir trabajando para poder escoger entre las mejores.

La respuesta me tranquilizó. Pues, claro! ¿Como no se me había ocurrido a mí?. Es más, si entrábamos en la residencia escogida (entre las mejores) antes de tener que depender físicamente de nadie y en pleno uso de nuestras facultades mentales, podríamos incluso empezar una nueva vida con gente de nuestra edad y en nuestra misma situación que, cuando la salud viniera mal dada, estarían a nuestro lado aportando calidez y afecto a nuestro día a día. Serían nuestra nueva familia en nuestra nueva casa, sin obviar pero tampoco incomodar el día a día de nuestros sobrinos que en ese momento deberían estar arrancando su propia vida. Lo encontré tan lógico que me extrañó que nadie lo hiciera justificando el hecho en el peso que los lazos de sangre aún tienen en la sociedad española, independientemente de la calidad de la relación.

No tuve que darle muchas vueltas al tema para saber que no es tan sencillo.

Porque, .... en esa residencia de mi vejez (escogida entre las mejores) no estaría mi amiga Nuri, escuchando con amor de madre todo lo que me enredara el alma. Ni mi amiga Magda, tan coqueta como deslenguada, sonriendo al más puro estilo Betty Boop al abuelo de mejor ver e increpando airadamente a la abuela cotilla de turno para mi regocijo y el de Nuri.

No tendría a Francesc ni a Enrique para compartir ese café en el que ahora disuelven mis fantasmas, mis miedos, mis angustias y, junto al que tantas veces nos hemos bebido nuestras lágrimas, consiguiendo que el día empiece bastante mejor de lo que ha amanecido.

Tampoco estaría Rosa, crispando mi ánimo con sus frías soluciones a mis problemas domésticos pero endulzando de lógica las amarguras del momento. Ni Gustavo, haciendonos olvidar, a todas al mismo tiempo, que ya no somos jóvenes, ni guapas. Ni Paco, al que de tratarse de una guarderia en lugar de una residencia de ancianos estaría siempre castigado por comer "chuches". Ni Emilio que nos haría sentir agradecidos a esa incipiente sordera por amortiguar su constante, elevada y, a veces, incomprensible perorata.

Ni Manel, ni Ester, jaleando con cariño y entusiasmo mis iniciativas.

Me reconforta pensar que, quizás, sí podrían estar mis hermanas y mis cuñados y disfrutar así, de nuevo, de esos relajados ratos de charla, risas y juegos que compartíamos antes de adquirir, ellos responsabilidad como padres y todos, después como hijos, y a los que añadiríamos muchos recuerdos y algún que otro llanto.

Porque la vida es una, no se empieza de nuevo a partir de un momento dado. Si acaso vamos pasando página, cerrando etapas, haciendo borrón y cuenta nueva .... hay mil maneras de denominarlo. Pero lo que hemos vivido y con quien lo hemos compartido deja su huella.

No sé como será "mi" residencia. Tengo mis dudas con respecto al hecho de que pueda ser escogida entre las mejores. Es más, ni siquiera sé si llegaré a tener necesidad de ella. Solo sé que, si llega el caso, sería más fácil sabiendo que vais a estar allí tambien.

En cualquier caso, ya sólo el Alzheimer lo podrá impedir.

martes, 24 de marzo de 2009

¡QUE PENA!

Trabajo en un polígono industrial, concretamente en la misma calle en la que desemboca la salida de la autopista y que consta de dos carriles en una dirección y dos en la contraria.

Entre la salida de la autopista y mi destino diario, hay una rotonda, antes de llegar a la cual los dos carriles de ambas direcciones se van convirtiendo en uno. Desde la salida de la autopista a la rotonda puede haber unos escasos 500 metros y algunas mañanas, alrededor de las 8 h. el tráfico es tan denso que produce retenciones.

El tiempo que dura la retención es mínimo porque el tramo es corto pero, siempre que se da el caso, aparecen por el carril de la izquierda los típicos listillos, los nerviosos, los impacientes, los que ¡otra vez! llegan tarde, o los que, por algún motivo, tienen una prisa que te cagas, que, conociendo el camino, obvian la ordenada fila de la derecha, enfilándose como una bala por el carril de la izquierda. Intentan y consiguen (casi siempre) colarse ante un conductor todavía algo dormido que tarda en reaccionar.

Creo que todos (yo me incluyo, porque lo he hecho), en un momento dado, por listillos, por nerviosos, por impacientes, porque nos hemos dormido y llegamos tarde o porque tenemos una prisa que te cagas, lo hemos hecho.

Es una de esas "pequeñas gamberradas" que a menudo cometemos y con las que creo somos más indulgentes a medida que avanzamos en edad.

Quizás sea por eso que me divierte la actitud de algunos de aquellos que se mantienen en el carril correcto y que, ante la amenaza de los que se cuelan, pegan como lapas su coche al que llevan delante impidiendo la incorporación del listillo, el nervioso, ..... Siempre que soy testigo de una de estas actuaciones, me imagino al individuo en cuestión agarrado fuermente al volante, con el cuerpo echado hacia delante y muy enfurruñado en una actitud totalmente infantil.

Pero lo que realmente me alucina es la actitud de aquellos que después de adelantar como posesos por el carril de la izquierda, encuentran un hueco antes de que ambos carriles confluyan en uno y se colocan sobre la línea divisoria erigiéndose en dueños de la carretera, negando a los demás el derecho de lo que ellos mismo acaba de hacer.

Esta mañana yo era una de las plácidamente resignadas en el carril de la derecha, todavía algo dormida, cuando se me ha colado uno de esos individuos. Y, no sé porqué, o quizás sí, he pensado en la cantidad gente que nos cruzamos con esa actitud, no solo en la carretera.

Gente que, con un motivo justificado o no, te adelanta en la vida, digamos de manera poco ortodoxa, ralentizando tu camino. Gente que, no solo no te tiene en cuenta sino que además impide que los demás lo hagan. Gente que, no solo te ignora sino que impide los demás te vean. Gente que, no solo te aparta del camino, sino que además, trata de impedir que continúes en él.

Y he pensado ¡que pena! porque, de la misma manera que desconocemos el motivo de las prisas de aquel que nos adelanta en la carretera, sí sabemos que no dejarle pasar puede desencadenar un accidente de consecuencias más o menos graves.

Y he pensado ¡que pena! porque, de la misma manera que somos conscientes de estar apartando deliberadamente a alguien, desconocemos el efecto, a veces devastador, que nuestra actitud puede tener en su vida.

¡Que pena!

jueves, 19 de marzo de 2009

¡FELICIDADES PAPIRRI!

Lo hubiera dicho una sola vez al descolgar el teléfono para felicitarte hoy si continuases con nosotros. Tambien te hubiera dicho, como te dije poco originalmente los últimos años, que la felicitación era doble, por tu nombre y por ser padre de tres hijas de las que estabas tan orgulloso, haciendo, egoistamente, con el comentario más alarde de mi condición de hija que de la tuya de padre.

Hoy lo he repetido mil veces queriendo transmitirte todo el amor que años atrás no me cuestioné si te llegaba. ¡Felicidades papirri! ¡Felicidades papirri! ¡Felicidades papirri!. Hasta que, de nuevo, he sido dolorosamente consciente de que ni hoy, ni mañana, ni el domingo, cuando probablemente lo hubieramos celebrado, voy a tener la oportunidad de besarte ni voy a poder abrazarte.

El año pasado lo celebramos en la cafetería del hospital ajenos al poco tiempo que nos quedaba juntos. Te llevamos un pastel y un puzzle con una fotografia de toda la familia hecha el dia de carnaval, tu última comida familiar.

Ya ves, toda una vida en la que este día solo se me ocurría decirte ¡Felicidades papirri! y !las cosas que hubiera querido decirte hoy!.

O puede que no hubieran sido tantas ni tan variadas. No sé.

Quiero pensar que te llevaste mucho amor. Quiero pensar que te llevaste mucha ternura. Quiero pensar que te llevaste mucha felicidad. Y tiene que ser así porque has dejado un gran vacío. Tú que nunca fuiste una persona egoista, te has llevado mucho. Y, a pesar de que el vacío es a veces desgarrador, me alegro de sentirlo porque entonces estoy segura de que lo que me falta se ha ido contigo.

Aún así, quiero decirte que te quiero, que te echo de menos, que ya nadie me pellizca la nariz ni me llama "chata", y que, a pesar de no ser capaz de sentir tu olor, tengo muy presente tu voz. Espero que tú oigas la mía deseándote ¡FELICIDADES, PAPIRRI!.

martes, 17 de marzo de 2009

YO NO PERTENEZCO A NINGUNA ONG. ¿O SÍ?

Yo no pertenezco a ninguna ONG. Sí, hago una pequeña aportación a una de las muchas (afortunadamente) existentes pero considero que eso no me da ningún derecho de pertenencia. No obstante, quisiera confesar aquí el proceso que me llevó a esta colaboración así como llegar a la conclusión de que no hace falta militar en ninguna de ellas para hacer algo por los demás. No sé, quizás solo trato de justificarme. ¡Juzgad vosotros!

Supongo que no soy la única persona que, en un determinado momento de su vida, ha sentido la "necesidad" de realizar actos altruistas. A la mayor parte, este sentimiento nos llega cuando nuestras necesidades básicas (y no tan básicas) están cubiertas y podemos "hacer sitio" a los demás.

No creo que eso sea un pecado sino más bien humano. El problema es que cuando nos invade ese sentimiento querríamos convertirnos de manera inmediata en "madres Teresa", pero eso supondría, precisamente, dejar de lado todo aquello que nos hace sentir tan seguros y cómodos como para estar dispuestos a ceder a los demás una pequeña parte de nosotros mismos.

Y, seamos sinceros, eso es demasiado altruismo.

Llegados a este punto, es cuando nos planteamos las aportaciones económicas a diferentes ONG y las estudiamos tratando de averiguar cual de ellas aprovechará mejor nuestro dinero pensando, quizás como yo, que si aportar, por ejemplo, 100 para que lleguen 10, es indignante, peor es no aportar nada porque, en ese caso, nada es lo que llega.

Y así, con otro cargo en nuestra cuenta corriente, pequeño, muy pequeño, seguramente más pequeño de lo que podemos permitirnos, nuestra consciencia queda bastante satisfecha al tiempo que, en el proceso, el sentimiento altruista se ha enfriado bastante. Seguiremos pensando en ello, sí, pero ya no lo haremos con una intensidad que nos empuje a tomar parte activa. A fin de cuentas, ya estamos haciendo algo.

Ese pensamiento es, para mí, nuestro gran error.

El hecho de no estar dispuestos a abandonar totalmente nuestra vida para ayudar a los demás no nos convierte en inútiles para esta tarea. No hace falta viajar para atender necesidades humanas y si existe gente maravillosa que tiene la fuerza, el valor y la generosidad de dejarlo todo para ir lejos donde las necesidades son muchas, a nosotros, que hemos de reconocer no ser tan fuertes, tan valientes ni tan generosos, nos queda la obligación de cuidar nuestro entorno. Sin ir más lejos, en nuestra familia, entre nuestros amigos, en nuestro barrio o entre nuestros compañeros de trabajo, hay gente que necesita nuestra ayuda, nuestra compañía o simplemente nuestra atención.

En definitiva, se trata de sonreir, ceder, compartir, ayudar, escuchar ...., acciones gratuitas que, paradojicamente, contribuyen a un entorno más generoso.

Y la generosidad es contagiosa por eso creo que si somos generosos con nuestro entorno inmediato veremos como, poco a poco, el círculo de generosidad se amplia. Puede ser que el bienestar que podamos proporcionar no llegue a ser nunca "sin fronteras" pero no por eso dejará de ser bien recibido.

domingo, 15 de marzo de 2009

¡LO CONSEGUÍ!

El lunes pasado me ocurrieron dos cosas que propiciaron el nacimiento de este blog.

Por un lado, recibí de Manel las indicaciones correspondientes para su creación. Mi relación con Manel puede expresarse diciendo aquello de que "los amigos de mi hermana son mis amigos". Nunca más cierto que en esta ocasión.

Habíamos cenado juntos el sábado anterior y le había hablado de mi interés por el tema al tiempo que de mi poca habilidad a la hora de manejar el ordenador para nada que no fuera escribir. Pues bien, tan solícito, amable y cariñoso como siempre, el lunes a media mañana ya tenía en el correo un mensaje en el que no sólo me indicaba la manera más sencilla de crearlo, sino que además me enviaba el enlace del que él mismo había creado, y en el que además, ¡ya había publicado una entrada!. Debo confesar que, si en lugar de tratarse de Manel, se hubiera tratado de cualquier otro representante de género masculino hubiera pensado que "los hombres siempre tienen tiempo de todo". Pero en su caso sé que no cabe tal pensamiento así que no pude dejar de asombrarme por su inteligencia y rapidez. Su entregada naturaleza ya no es para mí una sorpresa sino un regalo.

¿Cuando sería capaz yo de conseguir algo así?

Esa misma tarde, despues del trabajo tuve que desplazarme al centro. Caminaba hacia la estación de metro más cercana a casa cuando vi, pocos metros por delante a un grupo de hombres de edades varias que fumaban y charlaban en la acera. Algo en mí les llamó la atención porque más o menos discretamente se giraron a mirarme al tiempo que sonreían y a pesar de que ya no estoy en edad de piropos (por edad, ni siquiera de comentarios), me preparé a escuchar "algo".

Cuando una mujer se prepara para escuchar ese "algo", sus expectativas dependen de muchos factores. En mi caso y, dejando de lado la edad y el físico, mis circunstancias personales, en ese momento, dejaban mentalmente poco margen a la imaginación así que sin ninguna pretensión llegué a la altura del grupo.

Puesto que ocupaban toda la acera, se hicieron a un lado de una manera que me sorprendió y que sentí educada al tiempo que galante. Pero lo que sí me "descolocó" fue el piropo. Porque sí, fue un piropo. Un piropo en toda regla, el más admirativo, galante y de buen gusto que he oido jamás (porque decirme, la verdad es que no me han dicho muchos).

No pude dejar de girarme y sonreir agradecida pero no porque me hiciera sentir ni más ni menos mujer, ni más guapa ni más fea.

Me hizo sentir bien.

Y me hizo sentir bien porque fue una cosa bonita, sin pretensiones, una de esas cosas que se dicen o se hacen sin más ánimo que el de adornar la vida. Sí, igual que adornamos la mesa el día de Navidad o nos "adornamos" para salir una noche. De la misma manera que, "adornamos" nuestro caracter cuando visitamos a un enfermo o nuestro "genio" cuando tratamos con nuestro jefe.

No sé que proceso mental me llevó a enlazar el piropo con la creación de este blog, pero antes de llegar a la estación de metro ya había decidido que el nombre de mi blog sería ese piropo.

Porque, ...... si estamos atentos, ...... lo comprobaremos ......

...... ALGO PASA EN EL CIELO QUE SE CAEN LAS ESTRELLAS ......

Ya veis que yo ese día me encontré con varias.