martes, 17 de marzo de 2009

YO NO PERTENEZCO A NINGUNA ONG. ¿O SÍ?

Yo no pertenezco a ninguna ONG. Sí, hago una pequeña aportación a una de las muchas (afortunadamente) existentes pero considero que eso no me da ningún derecho de pertenencia. No obstante, quisiera confesar aquí el proceso que me llevó a esta colaboración así como llegar a la conclusión de que no hace falta militar en ninguna de ellas para hacer algo por los demás. No sé, quizás solo trato de justificarme. ¡Juzgad vosotros!

Supongo que no soy la única persona que, en un determinado momento de su vida, ha sentido la "necesidad" de realizar actos altruistas. A la mayor parte, este sentimiento nos llega cuando nuestras necesidades básicas (y no tan básicas) están cubiertas y podemos "hacer sitio" a los demás.

No creo que eso sea un pecado sino más bien humano. El problema es que cuando nos invade ese sentimiento querríamos convertirnos de manera inmediata en "madres Teresa", pero eso supondría, precisamente, dejar de lado todo aquello que nos hace sentir tan seguros y cómodos como para estar dispuestos a ceder a los demás una pequeña parte de nosotros mismos.

Y, seamos sinceros, eso es demasiado altruismo.

Llegados a este punto, es cuando nos planteamos las aportaciones económicas a diferentes ONG y las estudiamos tratando de averiguar cual de ellas aprovechará mejor nuestro dinero pensando, quizás como yo, que si aportar, por ejemplo, 100 para que lleguen 10, es indignante, peor es no aportar nada porque, en ese caso, nada es lo que llega.

Y así, con otro cargo en nuestra cuenta corriente, pequeño, muy pequeño, seguramente más pequeño de lo que podemos permitirnos, nuestra consciencia queda bastante satisfecha al tiempo que, en el proceso, el sentimiento altruista se ha enfriado bastante. Seguiremos pensando en ello, sí, pero ya no lo haremos con una intensidad que nos empuje a tomar parte activa. A fin de cuentas, ya estamos haciendo algo.

Ese pensamiento es, para mí, nuestro gran error.

El hecho de no estar dispuestos a abandonar totalmente nuestra vida para ayudar a los demás no nos convierte en inútiles para esta tarea. No hace falta viajar para atender necesidades humanas y si existe gente maravillosa que tiene la fuerza, el valor y la generosidad de dejarlo todo para ir lejos donde las necesidades son muchas, a nosotros, que hemos de reconocer no ser tan fuertes, tan valientes ni tan generosos, nos queda la obligación de cuidar nuestro entorno. Sin ir más lejos, en nuestra familia, entre nuestros amigos, en nuestro barrio o entre nuestros compañeros de trabajo, hay gente que necesita nuestra ayuda, nuestra compañía o simplemente nuestra atención.

En definitiva, se trata de sonreir, ceder, compartir, ayudar, escuchar ...., acciones gratuitas que, paradojicamente, contribuyen a un entorno más generoso.

Y la generosidad es contagiosa por eso creo que si somos generosos con nuestro entorno inmediato veremos como, poco a poco, el círculo de generosidad se amplia. Puede ser que el bienestar que podamos proporcionar no llegue a ser nunca "sin fronteras" pero no por eso dejará de ser bien recibido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario