martes, 16 de junio de 2009

¿EN QUE CLASE DE PERSONAS NOS ESTAMOS CONVIRTIENDO?

En los últimos años, desgraciadamente, he visitado a menudo con mis mayores el servicio de urgencias del Hospital de Bellvitge.

No puedo decir nada en contra de la atención recibida. En todas las ocasiones, hemos sido tratados con profesionalidad y, la mayor parte de las veces con una calidez añadida que ha hecho menos traumática la asimilación de diagnósticos, a veces no deseados, aunque previsibles.

El problema es que llegar a recibir esa esmerada atención supone una espera mínima de 12 horas. Y eso es inhumano. Independientemente del motivo que nos lleve a usar ese servicio, llegamos preocupados, vulnerables y, en algunos casos, doloridos. Y esa espera puede que físicamente no nos perjudique más, pero psíquicamente nos hunde.

El pasado mes de mayo fue para mi tan generoso en visitas al hospital como en éxitos para el Barça y, a la vista de la manifestaciones eufóricas que este último acontecimiento ha provocado, no he podido dejar de preguntarme, en que clase de personas nos estamos conviertiendo.

No tenemos inconveniente en echarnos a la calle y pasar la noche en vela en Canaletas, aunque al dia siguente tengamos que madrugar para ir a trabajar. Ni gastarnos un dinero que, en ocasiones, no tenemos para ver un partido en el lugar donde se juega y que no tenemos el más mínimo interés en conocer, más allá de la plaza donde está colocada la pantalla gigante que nos permitirá seguir el partido porque ni siquiera podemos acceder al campo.

Y sin embargo no movemos un dedo para exigir lo que, por derecho (y pago) nos corresponde: una atención sanitaria más ágil. Algo que a fin de cuentas, todos, más tarde o más temprano, vamos a necesitar.

Y con miedo vuelvo a preguntarme, ¿en que clase de personas nos estamos convirtiendo?

(Publicado en Cartas de los Lectores de La Vanguardia, 1 Julio 2009)

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