jueves, 10 de junio de 2010

SEÑALES

Hace algunos días, un domingo después de comer en casa de unos amigos, entablamos una de esas agradables y controvertidas charlas de sobremesa que tanto me gustan.

No sé a santo de qué llegamos al tema pero acabamos disertando acerca de un artículo que leí tiempo atrás sobre los desengaños que nos evitaríamos en la vida si no hubiésemos atrofiado nuestro instinto y fuésemos más receptivos a las señales que, de manera inconsciente, todos enviamos.

Evidentemente, entre risas y café, salieron a colación las relaciones de pareja puesto que, es encontrar el amor, y acto seguido perder, feliz e inconscientemente la objetividad, justificando los actos de nuestro enamorado/a desde un punto de vista en exceso benevolente cuando, a veces, en su actitud no hay nada digno de elogio. Y el resto, las señales (a veces muy luminosas), no las vemos. O no las queremos ver. Con el tiempo, viene aquello de que “no es la misma persona de la que me enamoré”. Pero sí, se trata de la misma persona y además no ha cambiado.

Yo he sufrido dos grandes desengaños que podía haber evitado o cuanto menos "paliado", si hubiese tenido en cuenta las señales. Porque las hubo, y muchas, con el añadido de que, en ambas ocasiones hubo quien, abiertamente y con la sana intención de que no sufriera, se atrevió a anticiparme un final que entonces no quise aceptar. Volví la vista hacia otro lado: la primera vez por falta de experiencia y la segunda por ingenuidad.

La primera vez tenía veintipocos años. Se trataba de mi pareja, que después de un largo y difícil noviazgo se convirtió en mi marido para pasar a ser mi ex marido en un tiempo record. Hasta yo sabía que aquella relación no funcionaría pero no tuve el valor de enfrentar las señales.

La segunda vez, fue hace muy poco y se trataba de alguien a quien había llegado a sentirme especialmente unida. Tambien aquí fui advertida por quien nos conocía y, además, me reconocía como la parte vulnerable. Y, sí, en el fondo yo tambien supe siempre que algo así ocurriría pero no solo no hice caso a las señales que me advertían de ello sino que me las justifiqué, y por si eso fuera poco ejercí de “quijote” de una persona que, al final, se aprovecho de mi ingenuidad. Y entonces reviví las señales: palabras, comentarios, hechos y actitudes que, aunque me dolieron, pasé por alto en pro de lo que yo creí una relación que estaba por encima de muchas cosas y sobre todo de lo que al final nos separó.

En ambas ocasiones sufrí mucho, aunque si tuviera que decidir cual de ambos procesos fue más doloroso diría que este último. Quizás por eso, porque fue el último. Tal vez. En cualquier caso, la lección ha sido más provechosa.

No, eso no quiere decir que algo así no volverá a pasarme. “El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra” y yo soy "animal" de talante confiado, a pesar de las señales que el tiempo y los desengaños me obligan a no pasar por alto.

En cualquier caso, y reflexionando sobre ello, me doy cuenta de que siempre fui consciente de las señales. El problema es que no actué en consecuencia, lo cual me indica que mi instinto está intacto pero yo no estaba preparada para aceptar su sabiduría.

Ahora cuento con él, como si de un buen amigo se tratara aunque reconozco ser aún reticente a dejarme llevar por los caminos que me señala. Pero estoy contenta de haberlo incorporado de manera consciente a mi vida, segura de que no tardaremos en llevarnos de maravilla.

A fin de cuentas, ahora que lo pienso, tambien podría contar hechos que atestiguan que se trata de una relación no solo posible sino tambien exitosa, pero ..... eso ya serían otras historias que, afortunadamente, ......¡son más de dos!.

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