miércoles, 27 de octubre de 2010

LA TEORIA DE LA RELATIVIDAD

Jamás recuerda sus sueños, es más, sabe que sueña porque los expertos dicen que lo hacemos todos y lo hacemos siempre pero ella rara vez puede explicar uno de los suyos porque no los recuerda casi nunca.

Por otra parte, en casi veinte años de convivencia rara vez ha ido buscar a su marido al trabajo y las pocas que lo ha hecho ha sido porque la circunstancia no les permitía quedar en otro sitio.

Pues bien, contrariamente a todo lo dicho, la otra noche soñó que al ir a recoger a su marido al trabajo (curiosamente esta era la sensación porque el lugar exacto que visualizaba era la estación de Sants y él no trabaja allí) sorprendía a su marido en actitud algo más que cariñosa con otra mujer.

No es que se despertara sobresaltada porque se despertó antes de experimentar en el sueño el sentimiento que el hallazgo le producía pero lo cierto es que, al despertar y recordar tan vívidamente lo soñado, le sentó fatal.

Una cosa es cuestionarse el tema y pensar lo civilizadamente que lo tratarías llegado el momento en que “eso me pasara a mí” y otra muy distinta encontrarte en situación aunque solo sea en sueños. ¡Al carajo la civilización! Solo había sido un sueño y no podía ni pensar con claridad: ¡sus sentimientos balbuceaban de ira!

Ajeno a sus cavilaciones y pesares, con su dulce esposa durmiendo plácidamente al lado (eso creía él porque, a todo esto, ella seguía quietecita en la cama, arrebujadita en su edredón disfrutando de los primeros fríos), su marido se removió en la cama. Medio dormido se levantó, entró en el lavabo y .......... ¡se tiró un pedo de aquellos que dan asco aunque sean propios!

No necesitó seguir pensando. Su mente se aclaró, su espíritu se apaciguó y su corazón regularizó el ritmo.

Recuperó la imagen soñada en la que descubre a su adultero marido en brazos de otra mujer y pensó ..... ¡p’a ella!

Se dió media vuelta y volvió a dormir placidamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario