domingo, 1 de noviembre de 2009

RECLAMA CONMIGO

Hace años que tengo por norma reclamar todo aquello con lo que no estoy conforme.

Un buen día, decidí que, en la medida de mis posibilidades, no iba a dejar que me dieran “gato por liebre” y, contra todo pronóstico, mi primera reclamación dió un resultado, no solo positivo sino tan satisfactorio, que me animó a continuar con la costumbre.

No es que haya hecho grandes ni muchas reclamaciones pero no solo he recibido siempre respuesta sino que, además, en todas me he visto resarcida

No hace tanto, algo caro era sin lugar a dudas algo bueno y un profesional era alguien que garantizaba un buen trabajo. Hoy día solo estamos seguros de que algo es bueno si es carísimo y no tenemos la certeza de recibir un buen trabajo hasta verlo realizado, cosa que sucede en tan contadas ocasiones que, cuando se da, constituye motivo de asombro y, por supuesto admiración. Pero, aunque resulte curioso, no nos quejamos. Con el tiempo, hemos relajado tanto nuestras exigencias que nos comportamos como “nuevos ricos”: que se note que tenemos dinero aunque sea tirándolo ya que no tenemos experiencia en gastarlo.

Y resulta curioso, porque todos quisiéramos dejar de estar ligados a la obligación y el esfuerzo que supone el trabajo pero actuando así demostramos no dar valor alguno a aquello por lo que trabajamos.

Nos resulta vergonzoso reclamar que lo recibido no se ajusta a lo que, con tanto entusiasmo e interés nos han vendido y por lo que, generalmente con esfuerzo, hemos pagado.

¿Porqué?

Si no reclamamos aquello en lo que no nos han cumplido, estamos demostrando un desinterés que, en mi opinión, se traduce en una gran falta de respeto por nosotros mismos, precisamente, la falta de respeto que otorga a los demás el derecho de no respetarnos que, en definitiva, es lo que hacen cuando no nos cumplen con aquello a lo que se han comprometido.

Y si es así, no tenemos derecho alguno a quejarnos y no puedo dejar de preguntarme si la crisis no tendrá “algo” que ver con nuestra falta de formalidad.

(Publicado en Cartas de los Lectores del Magazine de La Vanguardia, 08 Noviembre 2009)

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