domingo, 15 de noviembre de 2009

SI QUIERES CONOCER A ALGUIEN, DALE PODER .....

No sé de quién es la frase pero la escuché hace años, archivándola en mi cerebro, sin saber entonces cuantas veces la rescataría del olvido durante los últimos tiempos para aplicarla, sin ir más lejos, en mi modesto entorno inmediato, a personas que yo creía modestas.

Quizás por ello me extraña ahora que la gente se rasgue las vestiduras con los últimos casos de corrupción que nos presentan los medios de comunicación.

¿De que nos extrañamos?

Si en un entorno pequeño, por una palmada en la espalda y la potestad de decirle al de al lado lo que tiene que hacer, nos sacamos los ojos, de que no seremos capaces por estar en una posición que nos da acceso a recursos económicos inconcebibles para nosotros hasta ese momento y nos sitúa en un plano de reconocimiento social cuyo exponente habitual es el constante halago?

Y evidentemente, ¿porqué echar mano de la mentira, el engaño o la traición, si no fuera para sacar el máximo provecho de las oportunidades que una situación de poder pone al alcance de quien la consigue?

No pequemos de ingenuos ofendiendo la inteligencia de nadie. Somos conscientes de que la corrupción existe pero volvemos la vista.

Y siendo así, todo este despliegue de información no debería desperdiciarse analizando el cómo, cuando y porqué de algo que ha existido, existe y existirá sino que debería profundizar en el hecho de porqué, a pesar de todo, no ponemos los medios para detectarla, castigarla y minimizarla.

¿Será, tal vez, porque todos tenemos un nivel de corrupción latente que espera algún día tener la oportunidad de beneficiarse de ella?

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