Este año no he podido quitarme de la cabeza esa película durante los días que acabamos de compartir.
Echando la vista atrás parece que fue ayer cuando nos reencontramos e iniciamos estos fines de semana tan sagrados pero ya va para 8 años que los repetimos.
Las largas conversaciones sobre las experiencias compartidas en la infancia han ido dando paso a cuestiones más actuales, profundas y sinceras, y, poco a poco, nuestro presente le ha ido ganando terreno al pasado. Compartimos desavenencias conyugales, preocupaciones por el futuro de los hijos, achaques, enfermedades, nuestros miedos más recónditos y lo mucho que ciertas cuestiones que antes nos quitaban el sueño, ahora nos dan igual.
Observándonos resulta fácil adivinar cuantas de nosotras hemos alcanzado una cierta paz (que tal vez no felicidad, ...o sí?), cuantas estamos en ello y cuantas, probablemente no la encontremos nunca (lo que no quita que tal vez seamos las más felices, ....o no?).
Este año, como no, hemos dejado a un lado nuestra intimidad en bastantes ocasiones para permitir que la actual situación política se colara en nuestras conversaciones. Hemos compartido preocupación, opinión y sentimiento y por eso no deja de resultarme especialmente simbólico el destino escogido, Córdoba, la única ciudad que una vez fue testigo del esplendor resultante de la convivencia de tres culturas. Culturas que nunca antes ni después han vuelto a estar en paz, pero que en Córdoba demostraron durante siglos que el entendimiento y la convivencia en paz son posibles a pesar de las diferencias.
Brindo por ello y brindo por nosotras!
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